Luna de papel by Mitsuyo Kakuta

Luna de papel by Mitsuyo Kakuta

autor:Mitsuyo Kakuta [Kakuta, Mitsuyo]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788419392862
editor: Galaxia Gutenberg
publicado: 2023-04-30T22:00:00+00:00


La siguiente ocasión en la que Rika falsificó un certificado de depósito a plazo fijo fue en octubre, dos meses más tarde. Uno de sus clientes, el matrimonio Yamanouchi, tenía la costumbre de recibirla con una tarta o unos dulces tradicionales. La habían llamado para pedirle que fuera porque querían abrir una cuenta de depósito a plazo fijo. Cuando llegó a la casa la atendieron como de costumbre y le explicaron que había nacido su nieta en Kyushu, donde trabajaba su hijo. Tenían la intención de ahorrar para el futuro de la niña.

–Para el Día de los Adultos,2 por ejemplo, o para cuando se case –dijo la mujer.

–Aunque todavía falta mucho para eso –se rio su marido.

–Es una niña preciosa –añadió la mujer.

Le entregaron quinientos mil yenes en efectivo y hasta que no vio el dinero físicamente, ni se le había cruzado por la cabeza desfalcarlo.

Quinientos mil yenes.

–Muchas gracias. Si es para su nieta no les va a hacer falta enseguida. En tal caso, les recomiendo un depósito a plazo fijo de cinco a diez años. El interés no es muy alto, pero sí más ventajoso que el de los depósitos a un año.

Se lo explicaba con la misma sonrisa de siempre en los labios y eso que ya había tomado la decisión de dárselo a Kota. Faltaban, como poco, veinte años hasta que la nieta de los Yamanouchi hiciera uso del dinero. Por tanto, no le iba a resultar difícil devolverlo con la antelación necesaria y con sus correspondientes intereses. Cumplimentó el recibo, les pidió que lo firmasen con su sello personal y guardó los quinientos mil yenes. Al día siguiente regresó para entregarles el mismo resguardo falsificado que había entregado a Kozo Hirabayashi. Antes de ir, no obstante, tuvo la consideración de meter en un sobre un billete de diez mil yenes como felicitación por el nacimiento de su nieta y compró una tarta. En su fuero interno, actitudes tan dispares corrían en paralelo, no había relación entre una y otra, ningún punto de contacto. El sincero acto de felicitarlos por el nacimiento de una nieta coexistía sin llegar a mezclarse con el remordimiento de haberse apropiado de medio millón de yenes.

Ya se disponía a marcharse cuando la señora Yamanouchi, a punto de guardar el resguardo en su archivador, le dijo:

–Señora Umezawa.

Rika clavó la vista en el resguardo falso en manos de la mujer y forzó una sonrisa.

–Dígame.

Sin embargo, en su interior no dejaba de repetir una y otra vez: «¡Guárdalo rápido, guárdalo, vamos, vamos!».

–Señora Umezawa. De pronto te veo mucho más guapa –le dijo con un gesto serio.

Rika se rio. Se había quedado petrificada a medio incorporarse de su asiento.

–No imaginaba que fuera a decirme eso.

Su risa sonó cantarina, sincera.

–Se lo digo de corazón. ¿No estás de acuerdo? –le preguntó a su marido para confirmarlo.

–Siempre ha sido guapa.

–Claro que sí, pero no me refiero a eso. De pronto te veo muy viva, con la piel brillante. Tal vez…

Rika se esforzó por contener una risa tonta. Los dedos



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